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miércoles, 9 de junio de 2010

El Infortunio

¡Que valiente es conocer el amor!
decía Alicia al concebirlo en su pecho,
ay, de esa palabra de variables con clamor,
de indudable valor y fortaleza, soy víctima tangible de su acecho.

Reminiscencias, cual caudal en otoño
imagenes estáticas bajo un tenue y rojizo crepúsculo,
una sonrisa y tierna alegría cual frágil retoño,
antaño eran colores, ahora fuga de un roto circulo.

Decían del amor, que temerarios osan buscarlo,
pues he caminado por muchos caminos,
pero he aquí uno especial, es peligroso tocarlo;
¡amigos, no privéis altas dosis de amor si no conocéis sus nobles términos!

¿Y que decía Alicia a semejante envenenamiento?
su pecho ya no exaltaba y solo frío pregonaba,
su llanto consoló a su pobre sufrimiento,
fue víctima a un tal desamor cuando ella felicidad buscaba.

Allá donde su semblante brillaba y dulce como la miel
lejos de ser una mascara seca de marfil,
con una corona fresca de laurel y lágrimas de hiel,
allá donde su semblante brillo, encontró angustia sin fin.

En este viejo hostal dolorosamente he recitado,
de como aquella sonría había olvidado con ajenjo,
pobre Alicia que en mi corazón aun escucho su lamento
¡Que valiente es el amor! y se lo negué fuerte como el viento.